El hombre es un ser social por naturaleza, ya lo decía Aristóteles, así que de forma innata, tenemos la necesidad de establecer relaciones. Estas, pueden empezar por múltiples factores, considerando que de muchos de ellos no somos ni conscientes, tales como un súbito interés por alguien, la complicidad en lo que se comparte, la curiosidad por las diferencias, entre tantas otras características que pueden ser la mirada, la sonrisa, la forma de tocar el pelo, de andar, etc. Lo cierto es que desde que nos fijamos en una persona, a nivel atractivo/sentimental, podemos empezar a proyectar una serie de expectativas para satisfacer nuestras necesidades que, muchas veces, van cambiado cuanto más conocemos a la persona. Percibimos que no se parece tanto a nosotros como al principio, los gustos son más diferentes de lo que pensábamos, hay comportamientos que nos parecen raros, otros adorables y, con el paso del tiempo, el conocerse va ganando distintas “caras” y adjetivos. Estos cambios no tienen porque ser buenos, ni malos, sólo son parte de la relación, pero este proceso puede trasformarse en algo muy doloroso cuando surgen los celos.

Los cambios de comportamiento pueden generar desconfianza en alguien con tendencia a controlar o con rasgos posesivos, también se hacen notar por cuestiones personales, como la vulnerabilidad o la inseguridad. En las primeras señales conviene identificar estos aspectos personales y aquellos de la dinámica de cada pareja, para evitar tanto el malestar ocasionado en estas circunstancias o incluso una posible ruptura. 

Algunas herramientas nos pueden venir bien para construir una relación saludable, podemos considerar las siguientes como básicas:

Comunicación: tenemos que estar dispuestos a escuchar y hablar de los problemas de la pareja, este el primer paso. No podemos modificar algo que no somos conscientes, ni aclarar posibles dudas si evitamos abrirnos emocionalmente y compartir sentimientos, inseguridades, miedos, dudas, etc.

Trasparencia y confianza: la confianza se construye en el día a día y con el tiempo y la trasparencia permite que se desarrolle una base solida entre ambos.

Empatía: no podemos entender lo que siente nuestra pareja si no nos ponemos en su lugar, al hacerlo, estamos receptivos a percibir nuestros fallos para poder explicar o incluso cambiar determinadas actitudes que pueden hacer daño al otro, aunque de forma no intencionada.

Tiempo de calidad en pareja: para que la comunicación fluya y haya confianza, disfrutar de tiempo de calidad es fundamental. Pueden hacer actividades que les guste a ambos, disfrutar juntos de pequeños momentos cotidianos, planear una escapada de fin de semana para cambiar la rutina y principalmente, dedicarse a buscar formas de compartir el tiempo con hobbies en común.

Si aún así es difícil y la ayuda profesional es una opción, no dudéis en consultar a un especialista, que en este caso va evaluar y tratar los aspectos de la pareja, pero también características de cada uno y en este caso, incluso recomendar terapia individual para uno, o para los dos.

De todas formas, algo a ser cultivado es el amor propio. Para algunas personas es como una planta pequeña en tierras áridas, a cada día la miramos a ver si sobrevive. Amar a sí mismo, incluyendo los aspectos más sombríos, es tarea de todo ser humano, independiente de lo bien “resuelto” que pereza. Porque podemos ser atractivos pero muy inseguros a nivel emocional, formando así una barrera, que nos aísla. O destacar en algunos aspectos y considerarnos un desastre en otros, y por ello, a veces, aceptamos el amor que creemos merecer, según Stephen Chbosky. Pero lo que suele pasar, en algunos casos, es que creemos y alimentamos un pensamiento distorsionado. Queda muy claro cuando un amigo o amiga, que es una persona encantadora, interesante, en fin, con mil calidades, se encuentra atrapado/a en una relación tóxica, como sí arrastrara un fin inevitable y se saboteara a la hora de vivir un amor sano, pero no lo vemos ni de lejos cuando se trata del amor que intentamos que resista cada día dentro de nosotros, de nuestra casa, con esa persona que podemos llevar meses, años o media vida. Por eso, queridos/as, amarse sin restricciones se convierte en más que un analgésico emocional, porque no se trata de paliar el dolor, sino de curarse e ya no permitir que nos hagan daño.