Inspirada por el título del cuadro de Paul Gauguin ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?, empecé a reflexionar sobre estas preguntas que acompañan a la humanidad desde hace siglos, podemos citar a Platón y Aristóteles y seguir con autores más contemporáneos como Viktor Frankl, autor de la logoterapia (la terapia del sentido de la vida) y de uno de los libros que mejor discurre sobre el tema: El hombre en busca de sentido, en el cual describe su experiencia en los campos de concentración nazi.

Para FranklQuien tiene un ‘porqué’ para vivir, encontrará casi siempre el ‘cómo’”, una citación célebre en que parafrasea a Nietzsche, que se encontraba en el extremo opuesto defendiendo el nihilismo. En este contexto, al estar en una situación de sobrevivencia Frankl ha tenido que encontrar una manera de seguir vivo. Según el autor “La vida nunca se vuelve insoportable por las circunstancias, sino solo por falta de significado y propósito.”

En esta linea, no podemos hablar del sentido de la vida, sin mencionar a los valores. Es decir, aquello que es importante para nosotros y que nos permite elegir, lo que nos mantiene motivados hacia un objetivo a pesar de las dificultades. En la mayoría de las veces los pacientes acuden a la consulta “perdidos” y desmotivados, sin saber porque desaparecieron las ganas de hacer cosas que antes les gustaban, o con mucha ansiedad por distintas cuestiones, y casi siempre se han “distanciado» de sus valores y de lo que verdaderamente les aporta sentido por distintas circunstancias. El intento de adaptarse a algo, va minando los sueños y hacen con que uno intente “cumplir” en función de las necesidades que tenga. Me refiero a estar en un trabajo que no le gusta por haberse formado para ello, a mantener una relación que emocionalmente está terminada por cierta “estabilidad” emocional, y tantas otras situaciones que ya no aportan satisfacción.

Así, “La Logoterapia considera al hombre como un ser cuya principal preocupación consiste en cumplir un significado y en actualizar sus valores, más que en la mera gratificación y satisfacción de impulsos e instintos.” Por ello, cuando el ser humano tiene un propósito y se orienta hacía él, viviendo de acuerdo con sus valores, experimenta una vida rica de sentido a pesar de las circunstancias adversas, que en parte son inevitables.  

Pero muchas veces nuestros valores no están claros y nos sentimos sin rumbo, completamente a deriva intentando seguir valores ajenos y desproveídos de sentido. Para conectar con nuestros valores podemos pensar en las distintas áreas que componen nuestra vida como familia, amigos, relaciones de pareja, actividad laboral, espiritualidad, entre otras, para reflexionar sobre lo realizados que estamos en cada área y también identificar las áreas “vacías” o menos satisfechas para poder “llenarlas” y vivir de forma más armónica. Podemos incluso establecer prioridades a la hora de ir haciendo modificaciones, empezando por áreas más básicas y gradualmente alcanzando el equilibrio entre las necesidades primarias y las de autorrealización. 

Referencias:

Frankl, V. (1946). El hombre en busca de sentido. Barcelona, España: Herder.