Según la RAE, la definición de expectativa se refiere a la esperanza de realizar o conseguir algo; posibilidad razonable de que algo suceda. El primer concepto es muy positivo, porque nos incita a movernos hacia nuestros objetivos, sin embargo, hay que tener en cuenta la posibilidad real y no idealizada de lo que deseamos. Insisto que el imposible es solo una palabra, pero mucha gente sufre por establecer metas con probabilidades muy altas de fracaso y pierden la motivación. Mientras que metas más cortas y realistas tienen mejores resultados, simplemente porque son más fáciles y no desmotivan.

De cualquier forma, es importante considerar las expectativas propias y también lo que esperamos de los demás. Todos podemos mejorar, la cuestión es proponérselo, aunque principalmente con las personas cercanas, nos sale difícil. Por nuestra parte y por la de ellos, porque construimos una dinámica que nos ha “atrapado” en un modus operandi que parece imposible de escapar. Esperamos cambios de actitudes que muchas veces no ocurren y responsabilizamos a los demás por expectativas que son totalmente nuestras. Así nos frustramos con frecuencia, ya que demasiada exigencia pesa, para nosotros y para los que nos rodean, porque al querer todo a nuestro tiempo y manera estamos constantemente insatisfechos y los demás se cansan. Cada uno tiene su tiempo y su forma, incluso el universo, hay leyes básicas que no podemos cambiar. La cuestión es ¿qué hacer con lo qué tenemos? Es decir, no podemos cambiar la economa del país, pero podemos cambiar de trabajo o hacer una formación en algo que nos guste para mejorar nuestra situación económica. No podemos hacer con que otra persona sea más expresiva, pero podemos trabajar la necesidad de que la gente demuestre lo que siente con frecuencia, por ejemplo. 

Las expectativas están presentes constantemente y en múltiples situaciones. Desde pequeños sabemos que nuestros padres esperan muchas cosas de nosotros, vamos creciendo y nos damos cuenta que queremos hacer cosas distintas a lo que esperaban, ya sea en hobbies, como deporte, música, grupos de amigos, como en la profesión que elegimos, y esto no debe de ser un problema, aunque muchas veces lo es. Hay personas que logran manejarlo de mejor forma, hay otras que no y van reproduciendo estos patrones con sus amigos, parejas, compañeros de trabajo. Quizás, porque han interiorizado que “no está bien” hacer lo que uno quiere, incluso asocian que si alguien te quiere, tiene que cambiar por ti o no puede decepcionarte. O sea, desarrollan creencias disfuncionales que les hacen actuar de esta manera y exigir que los demás cumplan sus expectativas. Con el paso del tiempo, perciben que sus relaciones no fluyen, la gente cercana se va distanciando y se encuentran cada vez mas aislados. Un concepto clave para empezar el proceso de cambio es la flexibilidad. ¿Porqué exijo cambio de los demás y no empiezo a cambiar yo? ¿Será esta la única manera de hacer las cosas?

Una frase, que parece cliché, pero se escucha muy a menudo en lo que refiere a relaciones de pareja es: ¡Quiero encontrar a alguien que me haga feliz! De ahí podemos sacar tema para sesiones… Pero el caso es el tamaño de la expectativa sobre la criatura, porque vamos, nadie tiene la obligación de hacer a nadie feliz, si encuentras a alguien con quien el compartir te hace feliz ¡Bingo! Tenemos que aprender a responsabilizarnos por lo que buscamos, en vez de esperar que venga de personas ajenas y principalmente hacer lo que somos capaces ahora, porque seguramente mañana podremos hacer mucho más, es un proceso y cuanto más nos preparamos, más nos acercamos a lo que es verdaderamente importante. Vivir este proceso nos mantiene en el presente, tener expectativas es proyectarse en el futuro, lo podemos hacer a ratos, pero para llegar a ello la experiencia aquí y ahora es imprescindible.

Según la RAE, la definición de expectativa se refiere a la esperanza de realizar o conseguir algo; posibilidad razonable de que algo suceda. El primer concepto es muy positivo, porque nos incita a movernos hacia nuestros objetivos, sin embargo, hay que tener en cuenta la posibilidad real y no idealizada de lo que deseamos. Insisto que el imposible es solo una palabra, pero mucha gente sufre por establecer metas con probabilidades muy altas de fracaso y pierden la motivación. Mientras que metas más cortas y realistas tienen mejores resultados, simplemente porque son más fáciles y no desmotivan.

De cualquier forma, es importante considerar las expectativas propias y también lo que esperamos de los demás. Todos podemos mejorar, la cuestión es proponérselo, aunque principalmente con las personas cercanas, nos sale difícil. Por nuestra parte y por la de ellos, porque construimos una dinámica que nos ha “atrapado” en un modus operandi que parece imposible de escapar. Esperamos cambios de actitudes que muchas veces no ocurren y responsabilizamos a los demás por expectativas que son totalmente nuestras. Así nos frustramos con frecuencia, ya que demasiada exigencia pesa, para nosotros y para los que nos rodean, porque al querer todo a nuestro tiempo y manera estamos constantemente insatisfechos y los demás se cansan. Cada uno tiene su tiempo y su forma, incluso el universo, hay leyes básicas que no podemos cambiar. La cuestión es ¿qué hacer con lo qué tenemos? Es decir, no podemos cambiar la economia del país, pero podemos cambiar de trabajo o hacer una formación en algo que nos guste para mejorar nuestra situación económica. No podemos hacer con que otra persona sea más expresiva, pero podemos trabajar la necesidad de que la gente demuestre lo que siente con frecuencia, por ejemplo. 

Las expectativas están presentes constantemente y en múltiples situaciones. Desde pequeños sabemos que nuestros padres esperan muchas cosas de nosotros, vamos creciendo y nos damos cuenta que queremos hacer cosas distintas a lo que esperaban, ya sea en hobbies, como deporte, musica, grupos de amigos, como en la profesión que elegimos, y esto no debe de ser un problema, aunque muchas veces lo es. Hay personas que logran manejarlo de mejor forma, hay otras que no y van reproduciendo estos patrones con sus amigos, parejas, compañeros de trabajo. Quizás, porque han interiorizado que “no está bien” hacer lo que uno quiere, incluso asocian que si alguien te quiere, tiene que cambiar por ti o no puede decepcionarte. O sea, desarrollan creencias disfuncionales que les hacen actuar de esta manera y exigir que los demás cumplan sus expectativas. Con el paso del tiempo, perciben que sus relaciones no fluyen, la gente cercana se va distanciando y se encuentran cada vez mais aislados. Un concepto clave para empezar el proceso de cambio es la flexibilidad. ¿Porqué exijo cambio de los demás y no empiezo a cambiar yo? ¿Será esta la única manera de hacer las cosas?

Una frase, que parece cliché, pero se escucha muy a menudo en lo que refiere a relaciones de pareja es: ¡Quiero encontrar a alguien que me haga feliz! De ahí podemos sacar tema para sesiones… Pero el caso es el tamaño de la expectativa sobre la criatura, porque vamos, nadie tiene la obligación de hacer a nadie feliz, si encuentras a alguien con quien el compartir te hace feliz ¡Bingo! Tenemos que aprender a responsabilizarnos por lo que buscamos, en vez de esperar que venga de personas ajenas y principalmente hacer lo que somos capaces ahora, porque seguramente mañana podremos hacer mucho más, es un proceso y cuanto más nos preparamos, más nos acercamos a lo que es verdaderamente importante. Vivir este proceso nos mantiene en el presente, tener expectativas es proyectarse en el futuro, lo podemos hacer a ratos, pero para llegar a ello la experiencia aqui y ahora es imprescindible.